Etiquetado: Ahora Madrid

Sobre democracia y consenso

Esta es una reflexión personal sobre lo qué son el consenso y la democracia, a raíz de un debate surgido después de que presentara una simple propuesta a nivel vecinal en mi distrito, en la ciudad de Madrid: la instalación de tablones de información en lugares estratégicos del distrito (parques, plazas, zonas, comerciales) para ofrecer a la ciudadanía información institucional tanto del Distrito y el Ayuntamiento, como de los grupos municipales (PP, AM, PSOE y C’s), así como de las actividades vecinales.

El consenso, entendido como algo positivo en una sociedad democrática, es el reflejo precisamente de la falta de cultura democrática, en la que la divergencia de opiniones, no tienen porque suponer un enfrentamiento sino un enriquecimiento del conjunto de la sociedad.

Es normal que en un país como España, con una dictadura de más de 40 años, y un retraso considerable en materia política y económica desde antes del siglo s. XIX, vea como normales los consensos, pero no porque sean más democráticos, sino como garantes de menor conflictividad. Así, no es de extrañar, que por consenso se haya decidido que el jefe del Estado sea un rey después de más de 50 años sin monarquía, en lugar de realizar un referéndum democrático sobre la cuestión (o sobre la misma elección del jefe del Estado), cuyos resultados, sin cultura democrática, inevitablemente hubieran desembocado en un conflicto.

La cultura democrática no solo consiste en votar, sino en respetar y comprender la pluralidad de la sociedad. En una sociedad democrática existen ideas diversas, pero objetivos comunes basados principalmente en la ética.

Ejemplos de porqué el consenso es una falacia:

Discusión en una comunidad de vecinos sobre la construcción de un rascacielos que se va a construir enfrente. El ayuntamiento ha decido delegar en los vecinos la decisión de otorgar o no la licencia de construcción.  

En contra: los vecinos de la escalera exterior alegan que perderán sus vistas del edificio. Tendrán más tráfico y más ruido. 

A favor: todas los vecinos de la escalera interior y bajos, entre los que se encuentran el dueño de un bar, y tres trabajadores en paro. Alegan que el rascacielos dará trabajo. Respecto a las vistas no pueden estar a favor o en contra porque ninguno ve ninguna vista afectada. 

Se producirá una discusión y habrá una votación. No sé si consenso, lo dudo. Evidentemente los argumentos de algunos afectaran a la decisión final (voto) de los otros, sobre todo en base a la solidaridad o objetivación del problema. Puede que la vecina del 1º exterior, que está poco en casa, le de igual perder las vistas, si sus vecinos van a tener más trabajo, algo que ella, que tiene trabajo, le afecta de algún modo indirectamente (puede que algún día esté en paro), pero también directamente, ya que si sus vecinos tienen una situación económica delicada pueden dejar de pagar la comunidad y repercutir en el  funcionamiento de la misma.

Otros, sin embargo, nunca llegaran al consenso, pues sus intereses particulares son superiores a los del resto, algo que es legítimo. Es el caso del vecino del ático A, que está pagando una hipoteca de 300.000 euros que contrajo para comprar la vivienda que adquirió por 350.000 euros, más del doble que cualquier casa del mismo tamaño de la finca. Simplemente por las vistas. 

¿Votación democrática o consenso? ¿Puede imponerse el interés particular de la minoría sobre el resto? ¿No es más lógico que esa decisión se tome entre todos en relación a criterios técnicos y opiniones de afectados (información) y de forma democrática (votando)? En una sociedad democrática, que cada uno, con la información en la mano, que vote en conciencia, pero lo que no se puede hacer es obligar a cambiar las conciencias. Pensar que esto es posible, es asumir que el que piensa distinto que ti tiene una “alienación” o algo similar. “Que no piensa adecuadamente”. No, simplemente, aunque tengan los mismos objetivos que tú, tiene ideas distintas. 

Tampoco hay mucho que debatir a la hora de votar, pues casi todos los debates terminaban en un silogismo binario: se construye el rascacielos o no. Y las perfilaciones políticas no tienen mucho margen en esa decisión, a menos que se quiera influir ideológicamente sobre toda técnica de nuestra vida. Pero repito, entonces no estaríamos ante sociedades democráticas.

Llegar al consenso, de que se construya un rascacielos que no tape la vista del edificio y tenga X-n plantas, no será realmente un consenso, sino la imposición de una minoría que hará que el edificio no cumpla con su finalidad original y objeto. Habrá un nuevo edificio, pero no habrá trabajo (pues este no depende de los vecinos). Al final, sí, hay consenso, pero nadie está contento: los que no querían rascacielos tienen un edificio enfrente, y los que veían en el rascacielos una oportunidad de revitalización económica de la zona, ven frustrado esto, pues ninguna empresa grande cabe en ese edificio, que termina vacío. 

Cualquiera de los vecinos algún día dejará de vivir en el edificio, pero tanto el edificio de la comunidad de vecinos como el rascacielos quedarán ahí o no, en la calle, en la sociedad. Pero solo lo decidieron ellos. 

Por eso, la democracia participativa, como su propio nombre indica, consiste en la participación en la toma de decisiones de la gente afectada, votando, no por consenso.

Por eso, la democracia participativa, como su propio nombre indica, consiste en la participación en la toma de decisiones de la gente afectada, votando, no por consenso. Es cierto, que precisamente como muchas acciones políticas tienen una permanencia en el tiempo notable (por ejemplo el caso de decisiones estructurales), estas se someten a votaciones que requieren de mayorías reforzadas. Pero nunca consenso, porque el consenso es casi imposible en democracia.

El Ayuntamiento de Madrid, a propuesta del concejal Pablo Soto, está poniendo en marcha mecanismos en esta línea como Decide Madrid, en las que la ciudadanía puede participar en la toma de decisiones votando, y proponiendo cosas. Pero no llegando a consensos. No hay más democracia porque haya consenso, sino porque más gente se involucre en los proyectos y participe en las votaciones.

En esta línea me pronuncié en Ahora Madrid en relación a esta ofuscación por el consenso, y la votación democrática vista como un fracaso. Fue en el caso de la elección de portavoz de los llamados voves (vocales vecinos), respecto a la cual no entendí, y sigo sin entender, que ante la falta de consenso por parte de los vocales (como marca el estatuto, votado democráticamente como marca la propia Constitución, que señalaba que se eligiera por consenso al vove más capacitado), estos optaran por hacer una votación entre ellos, cuando los los propios voves habían sido elegidos por los vecinos.

Quizá, muchas veces, tengamos que encontrar la solución en aquello que damos por hecho: los planteamientos.

Creo que para los demócratas no nos cabe ninguna duda: la persona más votada por los vecinos debía de ser la portavoz. Y reitero, no se es más democrático por llegar a consensos para evitar los conflictos. Se es más democrático cuando en las decisiones intervienen mayor número de personas afectadas, y entendemos que hay gente que piensa distinto a nosotros: eso es la democracia participativa. Muchas veces no nos damos cuenta, que teniendo objetivos comunes, no entendemos porque nuestras ideas distintas nos impiden llevar a cabo esos objetivos. Quizá, muchas veces, tengamos que encontrar la solución en aquello que damos por hecho: los planteamientos.

 

Algo pasa en Ahora Madrid

Javier Olano

El pasado miércoles el pleno del Ayuntamiento de Madrid tumbó, con la abstención de Ahora Madrid, la moción de urgencia presentada por el PSOE, encabezado por Purificación Causapié, para que en el plazo de cuatro meses se cumpliera la Ley de Memoria Histórica aprobada en 2007 por el gobierno de Zapatero. ¿Algún votante o simpatizante de la candidatura municipalista entiende porque la formación se abstuvo para que no saliera adelante este trámite urgente?

El grupo municipal de Ahora Madrid había negociado la moción con los socialistas el día anterior, y fue durante el trascurso del pleno, cuando se tomó la decisión de absternerse. ¿La razón? Para Rita Maestre, la portavoz municipal se trataba de un acto electoralista del PSOE, y consideraban que el tema no debía de tratarse de forma urgente, sino debatiéndolo bien y con consenso.

¿El tema no es urgente? Desde que en 1975 muriera el dictador Francisco Franco hasta la actualidad, el callejero de Madrid mantiene más de cien homenajes a asesinos franquistas, todo pese a la existencia de la ley de Memoria Histórica, aprobada en el Congreso hace ya trece años. ¿Qué tema había que seguir debatiendo?¿Qué consenso había que tomar? ¿Alguien se imagina semejante situación en cualquier otro país europeo de nuestro entorno?

Sí, estamos en plena campaña electoral, y el PSOE lanzó un órdago. Díficil de rechazar por parte de la formación de Manuela Carmena, teniendo en cuenta su programa. Pero Ahora Madrid lo rechazó por considerar el movimiento poco oportuno. «Era electoralista». ¿Y la decisión de abstenerse no lo era? ¿Acaso no traicionó Ahora Madrid sus principios simplemente por evitar la portadas de la derecha española con el titular “La alcaldesa de Podemos se carga el callejero de Madrid”? En fin, parece que una parte de Ahora Madrid arrastró a toda la formación por las próximas elecciones legislativas.

Pero esto no es todo. Cuando no estaba la ciudadanía repuesta de la incongruencia del gobierno municipal, el viernes asistimos a algo que ocurría por segunda vez en la formación: la división del grupo a la hora de votar en el pleno. La primera había sido en relación a Venezuela. El tema en cuestión era la aprobación de Plan Parcial para construir un complejo de vivienda de lujo en los terrenos del Taller de Precisión de Artillería, en la zona de nuevos Ministerios. En esta ocasión el plan se aprobó con la oposición de seis concejales de Ahora Madrid, dos de ellos de IU, y el grupo socialista.

La razón para votar en contra de estos seis concejales, al igual que los concejales del PSOE, es que se trataba de un proyecto especulativo. Y el proyecto lo es. La razón del resto de miembro de Ahora Madrid para votar a favor junto con Ciudadanos y PP: que se trataba la aprobación de un acto del gobierno (del popular encabezado por Botella), y que no aprobarlo podría acarrear demandas de los cooperativistas afectados. Votan a favor por “responsabilidad institucional”.

¿Responsabilidad institucional? Si leemos atentamente las razones de los seis concejales disidentes, la ley, y la situación del proyecto, se entiende que:

Los terrenos de la operación fueron vendidos a los cooperativistas por el Ministerio de Defensa, no por el Ayuntamiento de Madrid. Fue ahí donde se presentaron varios inversores, e incluso una inmobiliaria, Prometheus, se retiró del concurso no convencida por la situación legal de la finca. El Ayuntamiento no había hecho ninguna subasta. Cuando los compraron sabían perfectamente en que situación legal estaban esos terrenos, y la necesidad de aprobar un Plan Parcial por parte del Ayuntamiento para llevar a cabo el proyecto urbanístico que querían. Teniendo en cuenta esto, los cooperativistas no tienen más opción que demandar en todo caso al Ministerio de Defensa, por lo que los costes cuantiosos por posibles demandas para el Ayuntamiento no existen por ningún lado. Además los cooperativistas sabían lo que compraban y en que condiciones.

Es la aprobación del Plan Parcial en el pleno del viernes la que vincula y obliga legalmente al Ayuntamiento con los cooperativistas.

3º Hablamos de los cooperativistas como si fueran hermanitas de la caridad o un grupo de trabajadores, cuando lo que quieren es construir viviendas de lujo con una finalidad puramente patrimonial en una de las zonas más caras de la ciudad. Esto se llama inversores, o mejor dicho, especuladores.

El que va a demandar ahora al Ayuntamiento es Ecologistas en Acción. No parece algo muy congruente con el programa de la formación. Tampoco que la concejala Inés Sabanés, del partido “ecologista” Equo, estaba a favor de la operación.

5º Se ha llegado a decir, que el edificio que se va a tirar no está protegido. En cualquier caso, lo que parece lógico es que sea el Ayuntamiento el que decida cómo se ha de urbanizar, y no una entidad privada cuya única finalidad es especulativa. 

Parece que después de esta semana, Ahora Madrid debería de empezar a ser más congruente con su programa y no sé si tener responsabilidad institucional, o más responsabilidad social, y sobre todo, ver qué modelo económico y de ciudad están perpetuando bajo la excusa de la “herencia recibida”.

Todos a por Zapata, que no habrá «tamayazo»

Javier Olano

El mismo día que Cristina Cifuentes ha jurado el cargo como nueva presidenta de la Comunidad de Madrid, el concejal madrileño Guillermo Zapata es llamado a declarar como imputado por humillación a las víctimas del terrorismo el próximo 7 de julio en la Audiencia Nacional. Sí, por los tuits que escribió en 2011. Independientemente de lo torpes y deleznables que los mensajes del director de cortos en ese espacio público virtual que es Twitter fuesen, Zapata ya puede decir orgulloso que se ha convertido en el protagonista de la primera cortina de humo de la «nueva» era política.

Cifuentes, investida  quinta presidenta de la Comunidad de Madrid, gracias al apoyo (que no abstención, lejos quedan los revuelos andaluces) del autodenominado partido de la «regeneración», Ciudadanos, se enfrenta al legado del peor PP: el aguirrismo. Una berlusconización de política, en la que la que las mamandurrías y la propoganda están al servicio de unos pocos, con el dinero de todos. Pero, Cifuentes, ¿se enfrenta o es la nueva cara de lo que ya conocemos?

Allá en el año del señor 2003, las Comunidad Madrid, gobernada por el excéntrico Gallardón, pasaba a la manos de la todopoderosa Esperanza Aguirre. Eso sí, previa ayuda de dos tránsfugas del PSOE que contaron con una cuidada logística para su labor. Nunca sabremos lo que pasó. Parece que ni el PP, ni parte del PSOE tuvieron interés en ello. En su día se habló de dinero procedente de la Universidad Complutense, de constructores,… Estaba claro que gracias a la operación, el PP ganaría en octubre las elecciones. Al PSOE, un año más tarde en el poder, no le interesaba ahondar en el asunto: Tamayo, uno de los tránsfugas, había sido uno de los valedores de Zapatero en el reñido 35º Congreso socialista. La izquierda madrileña, representada por PSOE e IU y encabezada por Rafael Simancas, se alejaban de recuperar el poder por dos votos.

¿Alguien imaginó semejante situación en la investidura de Cristina Cifuentes? Con tan sólo un voto fallido, no hubiera sido elegida presidenta. Creo que no hace falta ni contestar a la pregunta. Por otro lado, la respuesta define qué es Ciudadanos, al menos en Madrid. Y entre tanto, los tuits de Zapata.

Parece que lejos quedan la privatización de la sanidad pública, cuya aprobación quedó oculta tras las injurias lanzadas contra el doctor Montes y su equipo; el desmantelamiento de Telemadrid, con un presupuesto insostenible, ERE incluido, gracias a la contratación de amigos y palmeros para transformarlo en un arma de propaganda, menos visto que la teletienda; las faraónicas obras de metro, que si bien son maravillosas, puede que jamás debieran hacerse hecho, porque no podíamos pagarlas, aunque claro las hacían «amigos» (¿alguien pensó porque las nuevas estaciones de metro de Madrid son tan grandes comparadas con las nuevas de ciudades como Berlín?); la red clientelar de los gestores públicos, quienes «incongruentemente» desprecian lo público y su gestión (siempre fue fácil decir que algo estaba mal para dárselo a un amigo, claro que si tu amigo luego te iba a contratar…), y un largo etcétera, sin entrar en lo ya declarado como ilícito por la Justicia, véase la Púnica.

Todo ello envuelto, como no, en un burdo papel de regalo, que si bien a veces puede ser de fétido hedor, no por ello deja de lograr su objetivo: darnos el regalito sin que parezca lo que es, ni que nos demos cuenta. Con formas distintas, Cifuentes ha logrado cambiar ese envoltorio por algo más «chic», pero no nos olvidemos que la propia Cifuentes confesó a un mes de elecciones que ella no había confeccionado la lista de su candidatura. Aguirre, una vez más, quería perpetuar su legado, bajo una imagen más… regenerada. Pero bueno, da igual, la Historia, como la Educación, no importa: hablemos de Zapata.